miércoles, julio 23, 2008

Unas cifras vergonzosas

Fuente: http://www.abandonados.org/noticia.php?tema=abandonos2007


MÁS DE 100.000 PERROS Y 24.000 GATOS FUERON REGOGIDOS EN LAS CALLES EN 2007
Madrid, 17 jul (EFE).-

Ayuntamientos y asociaciones protectoras de animales recogieron durante el año pasado cerca de 109.000 perros y 24.000 gatos que estaban perdidos en las calles españolas o abandonados por sus dueños, según el informe anual de la Fundación Affinity.
El estudio revela que las comunidades autónomas donde se recogieron más mascotas fueron Andalucía, Madrid y Cataluña, mientras que Cantabria, Aragón, Asturias y La Rioja son las regiones en las que se abandonaron menos animales de compañía.La directora de Affinity, María Azcagorta, ha destacado durante la presentación del estudio que "en España hay un índice de abandono de mascotas mucho más elevado que en el resto de Europa, sobre todo respecto a los países del norte," y ha subrayado que "en Alemania no existe esta práctica e incluso adoptan los perros que son abandonados por los españoles".Además, Azcagorta ha resaltado que "no hay un mayor abandono en verano" que en otras épocas del año, sino que "la incidencia de esta problemática se mantiene en la misma proporción durante todo el año".
Respecto a los motivos del abandono, el informe indica que la mayoría de los dueños lo hace por falta de interés por el animal, por problemas de alergia o tras el nacimiento de un hijo.Otros causas generalizadas son la mudanza a un piso más pequeño, problemas de comportamiento del animal o fallecimiento del propietario.Ante estos datos, Azcagorta ha subrayado la importancia de "plantarse todas las consecuencias que conlleva tener una mascota", ya que "los animales también se hacen mayores y requieren cuidados físicos y emocionales durante toda su vida".

lunes, julio 21, 2008

Final del curso...

No puedo estar más de acuerdo con este artículo de Javier Marías.. creo que yo también necesito vacaciones o empezaré a decir lo mismo que Audrey Hepburn en Charada.... ;-)

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No poder con el alma
JAVIER MARÍAS 20/07/2008

No conozco a nadie que, llegado a esta altura del curso, no esté absolutamente reventado y para el arrastre. Da lo mismo a qué se dedique, qué profesión tenga y cuál sea su grado de responsabilidad; que trabaje como autónomo o por cuenta ajena, en casa o en una oficina, que sea asalariado, jefe o directamente dueño de su negocio, que gane poco o mucho, es indiferente. Nadie puede ya con su alma, pese a los numerosísimos –pero frenéticos– puentes que existen en nuestro país y que jalonan todo el año. Algo funciona mal, y para mí es, principalmente, que hoy la gente no para nunca del todo o no sabe hacerlo, ni siquiera durante los fines de semana, cada vez más ocupados por actividades que más bien parecen obligaciones: hay que divertirse a toda costa, y ha de ser por ahí, en la calle, como si se hubiera olvidado que uno puede divertirse muchísimo en casa, leyendo, viendo películas, en todo caso sin agotarse también en el recreo.
Y de los que son padres no hablemos: tras deslomarse durante cinco días, vuelven a deslomarse durante los dos restantes intentando distraer a sus críos, procurando que no se aburran ni un minuto, porque eso, el supuesto aburrimiento (lo que más agudiza la imaginación, por cierto), se ha convertido en uno de los pecados más imperdonables de nuestra sociedad. Así que los pobres progenitores corren de aquí para allá, esclavizados por sus hijos: que si un parque de atracciones, una excursión, un desfile, una sesión de magia, un cumpleaños siempre multitudinario, lo que encuentren o lo que les exijan los pequeños tiranos mal acostumbrados.
La gente nunca para, en gran medida, porque tiene móvil y ordenador, y esa es la razón por la que yo carezco de lo uno y de lo otro. No estoy dispuesto a que cualquier majadero me interrumpa mis actividades, mis pensamientos o mis musarañas, esté donde esté. No deseo “estar conectado”, ni enterarme de todo en seguida. Nada me resultaría más atroz que estar localizable siempre, o que recibir más llamadas y cartas y publicidad y tonterías de las que ya me llegan a través del teléfono fijo, el fax y el correo ordinario.
Me alcanzan por demasiados conductos (mi agente literaria, este diario, las editoriales que publican mis libros, ahora la Real Academia Española, el Reino de Redonda, la antigua casa de mi difunto padre, por la que sólo voy de tarde en tarde), y lo último que quisiera es abrir nuevas vías. Pero no se trata de mí, que al fin y al cabo escribo novelas y artículos y soy, supongo, lo que se llama “una persona pública”. Veo que lo mismo les sucede a todos mis conocidos, a gente cuya tarea no trasciende el ámbito privado y que aun así viven acosados. No paran, están agobiados (la burocracia escandalosa a que nos obligan hoy nuestras autoridades despóticas no nos permite a ninguno levantar cabeza), y la mayoría suscribiría aquella frase de Audrey Hepburn a Cary Grant al principio de Charada, cuando él quiere entablar amistad y ella le contesta, más o menos: “Conozco ya a multitud de personas, y mientras no muera alguna de ellas me resulta de todo punto imposible conocer a nadie nuevo”. “Trabajar cansa” es una sencilla y sin embargo famosa cita del italiano Cesare Pavese. Lo cierto es que también hablar cansa, sobre todo sin ton ni son o para rehuir la soledad y el silencio, y en eso consiste hoy, en gran medida, el trabajo de cualquier individuo. No es raro que la última anotación de El oficio de vivir, el diario del propio Pavese, justo antes de ingerir barbitúricos en un hotel de Turín, fuera: “No palabras. Un gesto. No escribiré más”.
Ahora bien, yo no sé si es que toda la gente que trato es muy activa y laboriosa. Porque a la vez que veo a mi alrededor, cuando llega julio, este panorama de seres extenuados, también se oye el vocerío de masas a las que parecen sobrarles las energías y el tiempo. Hay colas monstruosas para todo, para lo que vale la pena y para cualquier unga-unga de descerebrados. Para las exposiciones de los museos y para las mamarrachadas callejeras (ya saben, juglares, mimos y festejos veraniegos se llevan la palma). Para los conciertos de rock y para ver a la Guardia ante el Palacio Real, ese nuevo espectáculo copión del Ayuntamiento madrileño. Las muchedumbres se agolpan para admirar a tíos sudorosos el Día de la Maratón Sudorosa, o a tíos malolientes en bici el Día de la Maloliente Bici, o a gañanes borrachos en los sanfermines.
La sensación que uno acaba teniendo es que una parte de la población se mata a trabajar –desde luego los inmigrantes honrados– para que otra no dé un palo al agua. Algo va mal, y además los Gobiernos nos vuelven locos: tras decenios convenciendo a los ciudadanos de que debían prejubilarse cuanto antes, porque nos encaminábamos hacia la “sociedad del ocio”, ahora, como señalé aquí hace dos domingos, los desvergonzados Ministros de Trabajo europeos pretenden colarnos semanas de sesenta o más horas laborales, arrebatándonos derechos antiguos conquistados con sangre en su día, y sin que los miserables sindicatos actuales hayan convocado una sola manifestación ni huelga contra semejante medida decimonónica. En lo que nadie ha reparado, además, es en que quienes trabajarían esa insana cantidad de horas serían sólo los que ya sostienen toda la economía, esa parte de la población que no puede ya con su alma, y en la que figuran todos mis conocidos.

miércoles, julio 16, 2008

Más sobre la vergonzosa directiva

La directiva de la infamia
Santos Juliá 13/07/2008

Dicho de la manera menos demagógica posible: el Parlamento Europeo ha aprobado, por resolución legislativa del 18 de junio, una directiva que establece la posibilidad de internar en centros penitenciarios por un plazo de seis meses, ampliable 12 meses más, a los nacionales de terceros países que sean objeto de procedimientos de retorno. Al establecer esta posibilidad, los parlamentarios europeos han tenido la delicadeza de aclarar que estos nacionales que sean internados en cárceles estarán separados de los presos ordinarios y gozarán de control judicial de su situación lo más rápidamente posible desde el comienzo de su internamiento. Han mostrado también una sensibilidad a flor de piel al disponer que los menores internados puedan participar en juegos y actividades recreativas adecuados a su edad.
Hay que restregarse los ojos para creer lo que se está leyendo, pero lo arriba transcrito es cita literal de parte de los artículos 15, plazo de internamiento de seis meses prorrogable por otros 12 meses más; 16, posibilidad de utilizar las cárceles; 17, internamiento de menores no acompañados, y 18, periodos más largos que lo más rápidamente posible para el comienzo del control judicial. Dejando de lado esta última virguería, propia de rábulas redomados, si hay alguna demagogia en todo esto es la cometida por los parlamentarios al aprobar una directiva que trata peor que a delincuentes a los nacionales de terceros países que se encuentren ilegalmente en el territorio de un Estado miembro, a los que por un procedimiento administrativo se les puede encerrar en una cárcel por un periodo de 18 meses.
Contaba una crónica del reciente congreso del PSOE que, en medio del jolgorio general, un delegado comentaba en voz lastimera que los socialistas no habían sabido explicar esta directiva del retorno, y que Leire Pajín, paradigma de renovación dentro de la renovación, le dijo: sí que es verdad, no lo hemos sabido explicar. ¿No lo han sabido explicar? ¿Cómo es eso? ¿Acaso no lee la flamante secretaria de organización del PSOE las declaraciones de su secretario general y presidente del Gobierno de España? Pues claro que lo han sabido explicar; demasiado bien lo han sabido explicar: la directiva europea es progresista. Eso es lo que dice el presidente del Gobierno: que la directiva es PRO-GRE-SIS-TA. También hay que restregarse los ojos para creerlo.
Pero puesto que estamos metidos en un acto de fe, vamos a creerlo. Vamos a creer que esta directiva es progresista y que quienes la han criticado lo han hecho por "ignorancia supina o demagogia irresponsable". Vale: lo dice el presidente, y el presidente es un hombre honrado. Pero al explicar por qué la directiva es progresista y los críticos son ignorantes y demagogos, el presidente incurre en una pequeña falacia. Hasta ahora -dice- había nueve Estados de la UE que no guardaban plazos, ni establecían garantías jurisdiccionales para los nacionales de otros países en situación ilegal, ni nada de nada. Con la directiva habrá un plazo que nadie podrá superar. Tal es la explicación del avance progresista que Leire Pajín no supo ofrecer al delegado.
Volvamos a los hechos, única manera de responder a la fea costumbre de descalificar al crítico llamándole ignorante y demagogo: salvo dos diputados que votaron en contra, la representación del PSOE en el Parlamento Europeo ha votado a favor de una directiva que permite -¡pero no impone!, dicen las almas benditas, preservando así su buena conciencia- a los Estados miembros de la UE internar en una cárcel durante 18 meses a personas que no han sido procesadas por ningún delito. Es posible -y válido para el argumento- que, antes de esta directiva, nueve Estados tuvieran encerrados en pocilgas a los inmigrantes ilegales durante dos, tres o más años, sin procesarlos ni expulsarlos. Ahora, si para limitar el plazo de esta flagrante violación de derechos humanos se aprueba una directiva que permite a todos los Estados encerrar a esos inmigrantes durante 18 meses, entonces habremos reducido el nivel de infamia de unos Estados por el procedimiento de elevar el nivel de infamia de todos los demás. Éste es el hecho. Y este hecho, sencillamente, no tiene explicación, aunque el presidente, que es un hombre honrado, llame demagogos e ignorantes a quienes se preguntan si para aprobar este tipo de directivas merece la pena votar, primero, y mantener, después, a la clase política más costosa, mejor pagada y más viajada que nos representa en el Parlamento Europeo.

sábado, julio 12, 2008

Un paseo por Europa







La vieja Europa y la cara que no nos quieren enseñar. La que los políticos encierran bajo eufemismos y que encima pretenden vendernos como "medidas progresistas".
Esta es la realidad con la que muchas veces se encuentran quienes vienen aquí en busca de un futuro.
Campos de detención de inmigrantes ilegales en, por este orden, Melilla (España), Inglaterra, París (Francia), Grecia, Bélgica.... imágenes bastante alejadas de las que nos venden las agencias de viaje, verdad?


viernes, julio 11, 2008

Campaña contra la directiva de la vergüenza


http://www.no-fortress-europe.eu/showPage.jsp

Recogida de firmas para enviar al Parlamento Europeo en contra de la directiva de la vergüenza.

Firma, está en tus manos que eso se modifique. Está en tus manos intentar que dejen de existir las 172 cárceles para inmigrantes que hoy hay en Europa y países vecinos.

jueves, julio 10, 2008

Con nuestros votos imbéciles

Javier Marías

Uno de los mayores peligros de nuestro tiempo es el contagio, al que estamos expuestos más que nunca –en seguida sabemos lo que ocurre en cualquier parte del mundo y podemos copiarlo–, y en unas sociedades en las que, además, nadie tiene el menor reparo en incurrir en el mimetismo. Y a nadie, desde luego, le compensa ser original e imaginativo, porque resulta muy costoso ir contracorriente. Es el nuestro un tiempo pesado y totalitario y abrumador, al que cada vez se hace más difícil oponer resistencia. Y así, las llamadas “tendencias” se convierten a menudo en tiranías.Una muestra reciente de esta rendición permanente ha sido la aprobación por aplastante mayoría, en el Parlamento Europeo, de la “directiva de retorno” para los inmigrantes ilegales. Es ésta una directiva repugnante, llena de cinismo y falta de escrúpulos, que a muchos europeos –pero ay, no a los bastantes– nos ha hecho sentir vergüenza de pertenecer a este continente. Como si se tratara de una parodia de Chaplin o Lubitsch, el ponente y promotor de dicha directiva ha sido un eurodiputado alemán del Partido Popular Europeo, Manfred Weber, que apareció en televisión muy ufano de su vileza y vestido de tirolés, cuando a nadie se le oculta qué clase de gente se viste así, todavía, en su país y en Austria. A este individuo grotesco le han dado la razón y sus votos no sólo sus correligionarios franceses (a las órdenes de Sarkozy), italianos (a las de Berlusconi, Bossi y Fini, notorios e indisimulados racistas), polacos (a las de los nacional-católicos gemelos Kaczynski), españoles (a las de Rajoy y sus flamantes “moderados”) y demás, sino también un buen puñado de eurodiputados socialistas, incluidos dieciséis de los diecinueve que España tiene en la Cámara (a las órdenes de Zapatero). Yo no sé con qué cara se atreverán el Gobierno y el PSOE, a partir de ahora, a proclamarse justos y democráticos y humanitarios, puesto que con sus votos propugnan que se “retenga” durante año y medio –año y medio– a un inmigrante ilegal cuyo único delito haya sido entrar clandestinamente en un país europeo huyendo del hambre, la guerra y la desesperación. Y asimismo propugna que los menores puedan ser enviados sin garantías a cualquier país, aunque no sea el suyo de origen. Todos sabemos lo que espera a esos críos: en algún punto del trayecto, una red de traficantes que, con el visto bueno de los europeos, se los llevarán a donde les parezca para utilizarlos como les plazca: esclavos, objetos sexuales, combatientes, donantes involuntarios de órganos. Y esto se producirá mientras los gobernantes europeos, con la mayor hipocresía, dicen preocuparse cada vez más por los riesgos que acechan a nuestros menores.Durante años se ha hecho la vista gorda con los inmigrantes ilegales. Se los ha explotado como mano de obra barata, casi gratuita, y se ha callado convenientemente que eran necesarios para nuestras economías y para que cubrieran los puestos de trabajo que los europeos –ya muy señoritos– se niegan a cubrir. Queremos que alguien recoja la basura y barra las calles, cuide de nuestros abuelos enfermos y de nuestros niños malcriados y consentidos, ponga los ladrillos de las cien mil construcciones vandálicas que han propiciado la corrupción de los alcaldes y la codicia de los promotores inmobiliarios, se ocupe de las faenas más duras del campo y limpie nuestras alcantarillas. Nosotros no estamos dispuestos a ensuciarnos las manos ni a deslomarnos. Que vengan esos negros, sudacas y moros a servirnos, esos rumanos que no tienen donde caerse muertos y que se prestarán a cualquier cosa, más les vale. Les daremos cuatro cuartos y asunto liquidado. Ahora, sin embargo, nos hemos hecho muy mirados con los cuatro cuartos, porque hay “crisis”. Hemos visto que algunos de esos inmigrantes delinquen –como si no delinquieran algunos españoles, italianos, alemanes o franceses de pura cepa– y, contagiados por Berlusconi y sus compinches –los cuales nunca han delinquido, por cierto, no se entiende por qué tienen tantas causas abiertas que los incriminan–, empezamos a pensar que todos esos inmigrantes son unos criminales. Y, como lo pensamos, aprobamos una directiva que los convierta en tales por el mero hecho de existir y haber osado pisar suelo europeo. Se los detendrá hasta año y medio, y sin asistencia judicial, como si fueran presos de ese Guantánamo contra el que los europeos aún nos atrevemos a clamar. Mientras tanto, ese propio Parlamento, quizá en previsión de la próxima escasez de mano de obra foránea y barata, permite también que nuestra jornada laboral alcance las sesenta e incluso las sesenta y cinco horas semanales. Algo nunca visto ni tolerado desde 1917. Y añaden hipócritamente: “según el libre acuerdo entre contratadores y contratados”. ¿Libre acuerdo? Todos sabemos también lo que ocurrirá. El empleador le dirá al empleado: “Usted trabajará sesenta horas. Si no le gusta, es libre de no aceptar, pero yo no voy a cambiar mis condiciones”. ¿Y qué creen que contestará el empleado, en una Europa en la que el empleo es precario y en la que se lleva decenios convenciendo a la gente de que se hipoteque de por vida para comprar un piso de mierda que habrán construido esos negros y sudacas a los que toca detener y expulsar? No me extrañaría que de aquí a poco los europeos tengan que envainarse su señoritismo y que volvamos a verlos barriendo calles, sólo que durante diez horas al día, seis días a la semana. Esta es la repugnante Europa que construimos, con nuestros votos imbéciles.
JAVIER MARÍAS
El País Semanal, 6 de julio de 2008

lunes, julio 07, 2008

Una crónica de verano

Una crónica de verano

FRANCESC GONZÁLEZ LEDESMA 06/07/2008

Amigo lector, le ha llegado a usted la hora. Si ya no puede usted dormir por el calor, si sufre embotellamientos en autopistas, peajes, playas y casas de yantar donde sirven sangría, a partir de este momento aún va a ser peor. Prepárese para que le recomienden hidratantes, aguas nitrogenadas, vinos sin alcohol y cremas afganas. Dispónganse a oír historias de amores eternos, o sea conquistas de playa, pero nunca las crea. No crea tampoco a los amigos que presumen de haber comido las mejores paellas de la costa, y eso por tres razones: a) no les deja su mujer, b) no les deja el médico, c) no pueden pagar la cuenta.
No, no lo haga jamás.
Pero no escribo esta crónica de verano para desanimarle, Dios me libre. Lo hago para recordarle que esta época de vacaciones es también la época de la crueldad. Se aparta a los viejos porque estorban, se los aparca en una habitación prestada o a veces se les olvida en una gasolinera. Se abandona a los animales de compañía porque molestan, se lanza hacia la nada a perros y gatos, sobre todo a los perros, aunque sólo te pidan con la mirada. En el momento terrible de aquel cartel de Él nunca lo haría.
No voy ahora a hablarles de mis amigos, los perros, porque quizá ustedes ya han leído bastante sobre eso. Pero si me lo permiten les diré que todos los animales -todos- no dan lecciones y merecen respeto. Son historias que he vivido y les juro que son verdad.
¿Me permiten?
La primera lección me la dieron unas leonas. Un día lejano -ya ven- tuve dinero y fui a Kenia. Pues bien, vi que tres leonas guiaban un ejército de cachorrillos, como una maestra guía a los niños de la escuela. El guía me dijo: "Están de cacería y va a haber peligro. Apartan a sus cachorros para que no les pase nada". En efecto, ni más ni menos los llevaban a la guardería: primera lección de prudencia y amor.
La segunda lección me la dieron los búfalos. Pasaba una manada, y uno de los animales era demasiado viejo o estaba enfermo: el caso era que no podía seguir el ritmo de los otros y se rezagaba. Las leonas iban a por él, a por el más débil. De aquí a la cacería.
Pero los búfalos nunca dejan solo a un compañero en peligro. Si el búfalo viejo se retrasaba, dos enormes búfalos jóvenes se retrasaban con él. Le protegían. No iban a dejarle solo jamás.
Juro también que nunca he visto un ataque tan furioso de las leonas hambrientas, y una gallardía tan eficaz de los búfalos. De una cornada las enviaban por los aires, las hacían volar hacia el cielo, las convertían en nada. Al final el ataque fracasó, las leonas se retiraron y esperaron una nueva oportunidad, que al final llegaría. Una persecución así puede durar una semana.
Los búfalos se retiraron, el viejo casi a rastras, pero con los dos jóvenes siempre al lado. Me pregunté cuántos seres humanos defenderíamos a un viejo o un enfermo con nuestra sangre y nuestra vida.
La tercera lección me la dio... una serpiente. Créanme: fue una serpiente. En Manaus, la perdida ciudad brasileña que un día fue una de las más ricas del mundo, hay un zoo lleno de cocodrilos, pitones y otras bestias de alta consideración. Las enormes serpientes están en jaulas, perpetuamente dormidas, y una vez a la semana se les arroja una gallina viva, pues nunca comen presas muertas. Los sentimientos, por supuesto, están a favor de la gallina y su sensación de horror, aunque es piadoso creer que apenas se entera, porque todo es muy rápido. Pero a veces la serpiente no tiene hambre.
Y no molesta a la gallina: la ignora. Nunca le hará daño por placer, sino por necesidad. Y entonces vi lo más increíble: la gallina dormía sobre el cuerpo de la serpiente. Ya se habían acostumbrado a vivir juntas: compartían su confianza y su pequeño universo.
Fue entonces cuando pensé en el gran número de seres humanos que matan por placer, por vanidad, por sentirse más importantes que un pájaro. Fue entonces cuando pensé en los que pagan por ver torturar un toro. En los que olvidan la última mirada de su perro.
Lo siento: ésta no deja de ser una crónica de verano. Por favor, si la leen, mediten. Y sobre todo no la lean en un embotellamiento.

viernes, julio 04, 2008

Filantropía, Juan José Millás

Filantropía
JUAN JOSÉ MILLÁS 04/07/2008

La subida de la luz no es para que las compañía eléctricas ganen más, sino para ayudarnos a consumir menos. La flexiseguridad, como el ornitorrinco, constituye una aportación a la biodiversidad. La jornada de 60 horas mejorará los derechos sociales en Europa. Los atascos son angosturas puntuales. Los accidentes, incidentes. La gripe asiática, diarrea estival. No sabemos qué nombre dar aún al miedo a la Iglesia, al pánico a modificar la ley del aborto, al terror a enfrentar de una vez por todas el asunto de la eutanasia, pero ya se nos irá ocurriendo, por recursos lingüísticos que no sea. Si hemos sido capaces de llamar daños colaterales a las víctimas civiles, cine de adultos al pornográfico, hombre de color al negro, establecimiento penitenciario a la cárcel, intervención militar a la guerra, solución final al crimen, niveles a los precios, métodos de persuasión a la tortura, privación sensorial a la asfixia inducida, productor al obrero, colaborador al asalariado, becario al esclavo, limpieza étnica al genocidio, campaña aérea al bombardeo, financiación al préstamo, moderación salarial a lo que usted ya sabe, y así de forma sucesiva, si hemos sido tan ingeniosos, tan rápidos en la respuesta, tan eficaces en el uso de la palabra, tenemos que encontrar el modo de convencernos de que la Ley del Retorno es filantrópica. A mí prácticamente me han vendido la burra esta semana. A ver cómo se la venden a un inocente equis cuando lleve un año encerrado en una celda. ¿Cómo explicarle que está allí por su bien, por su seguridad (quizá por su flexiseguridad)? ¿Cómo convencerle de que, de no haberlo encerrado, quizá lo hubiéramos matado, que era lo que nos pedía el cuerpo? Pero somos europeos, muchacho, dictamos leyes capaces de contenernos, de ponernos límites, y tú, enhorabuena, eres uno de sus primeros beneficiados.